Una cabra incipiente se colgó de la mente cuando ya nada esperaba estupefaciente de un mundo que parecía haberse esfumado en la bruma de un supermercado sobresabido, donde tanto monta lo divertido que lo aburrido, lo frío que lo caliente, lo ganado que lo perdido: así es la gente.
La mente del demente me siguió con su demencial discurso sobre la frente del de enfrente, enfrentado mente con mente en el puente del sujeto del predicado, donde la cabra incipiente predicaba de prestado ese “así que” que le había sido otorgado.
Parado enfrente del escaparate de la necromanía se cayó la tuerca de la neuromonía y quedeme tieso por un instante, en posición convulsíonante en un momento de maravilla, donde lo más sobresaliente consistía en hallar la posición más decorosa para la cabra que sobresalía en la frente de demente.
Poesía y pintura: Pil
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