Parece
que no se olvida
Después
del canto del gallo
Se alzó
la negra mantilla.
Surgió tierna la aurora
Alboreando
el día
Sobre
el negro horizonte
Que
llameante ardía.
Se
abrió el balcón de los ojos
Al día
que amanecía
Y el
séfiro de la alborada
Estremeció
sus cortinas
Sonó el canto lejano
De la
jovial avecilla
Que al
despertar la mañana
La
noche se sacudía.
El
límpido clarear celeste
Bañó
de rocío los tallos
De la
esperanza en la rosa
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