lunes, 15 de mayo de 2017

No se lo digan a nadie

(Circular de la Cofradía del Perpetuo Silencio)

Se acerca la hora del instante crucial, pero hay que decirlo bajito para que nadie se entere y así no tomen conciencia de lo tremendo que está por caer.

El mundo es una barca de locos arrastrada por la corriente del desvarío; pss... no se lo digan a nadie, no sea que cojan cordura y no se estrellen contra las rocas.

No digáis, por lo que más queráis, que vivimos sobre ascuas, que el mundo es una caldera a punto de estallar donde no se salva nadie.

No digáis nunca la verdad, no sea que le cojan gusto, no quieran escuchar más las noticias y se pongan a pensar.

¡Ni pensarlo!.

Es la hora del silencio, de hablar muy bajito entre nosotros, de decirnos unos a otros, con gran disimulo, que todo anda bien; no vaya que se enteren de lo que está pasando y uniéndose a nuestra cofradía se salven.

Nosotros no somos nadie para ir contando las verdades que nos fueron transmitidas iniciáticamente por la Jerarquia de los Nigromantes.

Nuestros cofrades tienen la obligación de guardar perpetuo silenio y no andar diciendo las cosas que están por venir en un instante.

Así que nuestra boca sea una tumba, el fingimiento sea la costumbre y el disimulo nuestro mayor aliado.

Digamos que el mundo es una maravilla donde todo está ordenado para el bien general y que no tienen importancia esas cosillas que cuentan los mal pensantes.

Seamos unos perfectos hipócritas y regodeémosnos por dentro de la ignorancia supina con la que la gente opina sobre esto, aquello y lo demás allá.

Que más da, si la vida es un instante; dejémoslos, en su beatífica inopia, que sigan viviendo en el goce de sus juguetitos y que continúen discutiendo de partidos como el no va más.

¡Qué más da!

Elevemos la copa de la mentira, en un brindis diabólico, en honor de la verdad oficial y la corrección pensante y que el tiempo de la falsedad siga adelante hasta el día del Juicio Final.


Poesía y pintura: Pil

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