viernes, 19 de mayo de 2017

Merienda caníbal

Julio Barato, antiguo caballero paracaidista perseguía a los gatos por los tejados. Un día que los tejados estaban escurridizos, vino a romperse la crisma sobre el canto de la acera del dentista; como el dentista estaba durmiendo se lo llevaron a los infiernos, pero como el diablo estaba muy ocupado lo envolvieron en papel de plata y lo llevaron a un supermercado, donde lo compró muy barato una señora que iba toda contenta con su carrito y su señorito con bigotito y un perrito de lanas, muy bonito, que dejaron atado al poste del portalillo.

Estos locos por la necromanía gastronómica, cocinaron al exparacaidista con chanfaina, perejil y un par de huevos fritos y lo sirvieron en una merienda caníbal que dieron para festejar la puesta de largo de una hija, buscada desde antaño, y que había salido manicortuela y patilargüela, para más señas.

Tan ricamente fue cocinado el pobre Barato que aquella tarde se relamieron de gusto mientras se merendaban hasta los huesos de este pobre desdichado. Y mientras se relamían pensaban con alborosía: -¡Qué alegría que está lloviendo!; quizás mañana caiga del tejado algún que otro persiguegatos y así podamos celebrar otra bonita merienda con la que festejar cualquier nueva ocurrencia o tontería que venga a cuento.

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